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jueves, diciembre 24, 2009

La Verdad ...

Josue Melendez Cox

La VERDAD sea dicha: difícil encontrar miembros de una religión o una Iglesia que traten más duro a su congregación espiritual, como algunos católicos.

Todo les da pie para devorarse literalmente a su Iglesia, a sus pastores, a sus hermanos, su doctrina, sus creencias y sus prácticas.

Desde luego que pocas veces miran los efectos de esta actitud que ha terminado por hacer más difícil, el tránsito de su Iglesia por esta época compleja y bastante desorientada, pese a todas las apariencias de un posible norte que realmente no lo es tanto.

Muchos católicos se han convertido en una especie de “antropófagos”. Se tragan a los sacerdotes con unas críticas que difícilmente se las harían a sus peores enemigos. Ninguno los deja satisfechos, ninguno da la “altura”, ninguno dice lo que “quieren” escuchar, ninguno es el sirviente, ni el servidor, que algunos quisieran.

Pero se muerde también el cuerpo doctrinal de la Iglesia, se atacan sus enseñanzas, se despotrica contra las posiciones proféticas que asume cuando las circunstancias lo ameritan, se desprecia impunemente su llamado a la conversión.

Y muerden mucho; a los católicos quienes les han transmitido la fe, a quienes los acercaron a los Sacramentos, a quienes les proponen la oración y en general a todo el que ha querido hacerles crecer en la fe. Y mordisquean el domingo para que no sea día de Dios, sino de la más absoluta abulia existencial.

Y, en fin, como peligrosa jauría hay una gran cantidad de católicos que se pasean al interior de la Iglesia devorándose todo lo que no es de su agrado, hiriendo sin compasión, causando escándalo dentro y sobre todo fuera de la Iglesia.

Lo más triste y ofensivo de lo anterior es que pocos de los que han cambiado el agua bautismal por un ácido derramado a borbotones, llevan una vida que merezca ser admirada, y mucho menos emulada o imitada.

Son por lo general, vidas regidas por los parámetros más mundanos que alguien pueda imaginarse que, sin embargo ellos mismos se consideran el “único parámetro válido” para el resto de la humanidad.

Y tampoco es raro que en esta turba crítica haya una ignorancia generalizada sobre el ser y quehacer de la Iglesia. Ni hablar del desconocimiento de la Sagrada Escritura y la persona de Jesús, referentes ineludibles para los seguidores del Redentor del mundo.

Y a todo esto se añade, como en los pasteles de casa, toda clase de ingredientes que empeoran el panorama pues la supuesta “fe religiosa”, es apenas un asomo de la fe verdadera y si se le examina bien, resulta que es un evangelio, hecho a la medida de las conveniencias humanas y sociales, pero nada que ligue con Dios, con su Hijo y con el Santo Espíritu.

La Iglesia se ha convertido en una especie de chivo expiatorio para las amarguras del mundo moderno. Es la culpable de que los matrimonios no funcionen, aunque es la que más los promueve.

Es la responsable de que ya no haya niños (la confunden con Pro familia), pero también es la culpable de que haya muchos, porque se opone a que los aborten.

La Iglesia es la culpable de la falta de moral, aunque sea la única que la predique.

Sin duda, dicen que es la culpable de los miedos que tiene la humanidad, y si no fuera por la Iglesia, la ciencia ya hubiera descubierto la cura contra el cáncer, el SIDA, y la depresión; incluso la vida eterna, pero por culpa de la Iglesia que predica otra Vida Eterna no han podido…

Y se le trata mal por estas y más situaciones en las cuales ninguno de los acusadores y críticos están implicados, ninguno de ellos tiene culpa, sólo la Iglesia, porque la Iglesia no es de ésta época, ellos sí,....aunque la Iglesia ha vivido muchas épocas antes que ellos, y vivirá muchas después de ellos…

En fin, no habría que buscar más culpables, pues la Iglesia es el gran reo de todo lo mal hecho en el mundo. Duro juicio.

En la Iglesia nosotros los católicos, debemos trabajar el SENTIDO DE PERTENENCIA a ella. La mayoría de los bautizados tiene una postura cómoda, usufructúa la Iglesia cuando le es necesario y conveniente, pero se baja del barco cuando vienen las tormentas…

La suerte de la Iglesia es como la de Cristo en su camino al Calvario, rodeado de enemigos que antes lo aclamaban y seguían, pero lo abandonaron cuando les pidió decidirse radicalmente por Él.

Por suerte al lado de la cruz estaban María y Juan, y en la cruz el poder de Dios.

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