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jueves, diciembre 24, 2009

Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo

Dr. Emilio García Montiel, UCC
Navegar Juntos - Boletín electrónico del ICCE-América
Noviembre de 2009

Cada año, el Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo implica una actualización de los retos que, durante la Conferencia Mundial de la Ciencia en Budapest, hace exactamente una década, se plantearan en la “Declaración sobre la ciencia y el uso del saber científico”, así como en el “Programa en pro de la Ciencia: Marco General de Acción”. Baste únicamente considerar que cualquiera de los cuatro rubros principales de la Declaración: la ciencia al servicio del conocimiento y el conocimiento al servicio del progreso; la ciencia al servicio de la paz; la ciencia al servicio del desarrollo; y la ciencia en la sociedad y la ciencia para la sociedad se han tenido que poner a prueba ante los principales acontecimientos de orden global que, desde septiembre de 2001 con el atentado terrorista a New York hasta las más recientes crisis económicas y la pandemia por la influenza, han marcado una nueva época.

No me refiero aquí, por supuesto, a los principios generales de la Declaración que ya eran claros en estimar, por ejemplo, y entre otros considerandos, la necesidad de establecer “unas nuevas relaciones entre la ciencia y la sociedad para resolver apremiantes problemas mundiales como la pobreza, la degradación del medio ambiente, la insuficiencia de los servicios de salud pública y la seguridad del suministro de alimentos y agua, especialmente en relación con el crecimiento demográfico”, o de reconocer que “la mayor parte de los beneficios derivados de la ciencia están desigualmente distribuidos a causa de las asimetrías estructurales existentes entre los países, las regiones y los grupos sociales, así como entre los sexos”. Me refiero, sobre todo a que si bien la universalidad de estos tópicos parece ser reconocida sin ningún reparo por cualquier gobierno e institución, en la especificidad de las regiones y países, la posibilidad de una aplicación consecuente de la Declaración sigue obstaculizada -salvando, por supuesto, esa mayor catástrofe que es la pobreza- por las manipulaciones de orden político y de poder e incluso, a menor escala, por impedimentos de orden burocrático en la organización de la investigación, así como en su jerarquización en los programas de estudio.

Ejemplos de esas dificultades son las manipulaciones gubernamentales para desestimar toda información científica que no pase por los filtros ideológicos (como el caso de la prohibición durante el gobierno de George W. Bush a que científicos norteamericanos dieran a conocer sus resultados sobre el cambio climático) o bien, esfuerzos para estimular la investigación científica en ciertos tópicos con vistas a inclinar la balanza política a favor de políticas personales o estatales.

En este caso, tenemos, por un lado, a Margaret Thatcher y su temprano impulso a las investigaciones sobre el efecto de las emisiones de dióxido de carbono en el calentamiento global, con el objetivo de dotar de apoyo social a su programa nuclear y, a la vez, minar la fortaleza de los sindicatos de trabajadores del carbón y desvirtuar sus demandas; y, por otro, el sostenido impulso de la ciencia en los países socialistas como imagen de desarrollo y bienestar hacia el exterior. No serán, por supuesto los únicos ejemplos -de más está decir que muchas de las innovaciones tecnológicas actuales tuvieron su inicio en investigaciones científicas para uso militar- pero, en cualquier caso, dan pie suficiente para cuestionarnos cuánto de a lo que hoy se aboca la ciencia, o cuánto de lo que se informa sobre ello, especialmente en estas circunstancias de crisis, podría resultar también un eco de sutiles manipulaciones de índole política o financiera que, en apariencia, parecen respetar ese compromiso de la ciencia con la paz y el desarrollo.

Ese quizás sea hoy el reto mayor de la UNESCO: investigar y denunciar toda coacción a la investigación científica, así como toda manipulación de la información científica que trate de escudarse en la inseguridad y las crisis actuales. El Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo fue instaurado por la UNESCO en 2001. Su Declaración, puede consultarse en

http://www.unesco.org/science/wcs/esp/declaracion_s.htm.

Recomiendo, a todos leerla; también, desde la perspectiva abordada en esta nota.

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