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sábado, abril 11, 2009

Las nuevas demandas educativas de la civilización cognitiva. II

El proyecto de reforma académica de la UCC
Mtro. Hugo Fernández Hernández,
Director General Académico (UCC)
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La sociedad de la información que caracteriza al siglo que comienza, le plantea al sistema escolar nuevos retos, entre los que destaca el desarrollo de competencias y habilidades transferibles, como estrategia básica para propiciar la meta deseada de aprender a aprender. En este sentido, el currículo escolar debe orientarse a que el alumno siga aprendiendo.

El aprendizaje estratégico está conformando una nueva cultura del aprendizaje, más ajustada a las complejas necesidades del mundo actual, las cuales demandan aprendizajes de estrategias, que capaciten para seguir aprendiendo, exigencia que, sin duda, trascienden los viejos esquemas informativos de la escuela.

El enfoque de aprendizaje estratégico se entiende aquí como el proceso de toma de decisiones consciente e intencional que deben realizar los aprendices sobre qué conocimientos (especialmente procedimientos) seleccionar y poner en marcha para alcanzar las metas de aprendizaje, tomando en cuenta las condiciones del propio yo, de las tareas y de las condiciones en las que se desarrolla el proceso de enseñanza y aprendizaje.

Ese tratamiento específico de las estrategias en cada dominio de conocimiento, consistente con la idea de que los aprendizajes deben estar contextualmente situados, ¿puede en algunos casos implicar que esos conocimientos se adquieran de forma excesivamente situada o local, dificultando su transferencia o uso flexible, que es el fin último de un currículo para aprender? Y en último extremo esos dominios específicos, desde los que deben aprenderse las estrategias, ¿deben ser las materias tradicionales del currículo -organizadas con criterios esencialmente conceptuales- o pueden comenzar a identificarse dominios o ejes procedimentales transversales a esas áreas conceptuales? O también, ¿esas nuevas labores profesionales exigidas a profesores y orientadores para la puesta en marcha del currículo para aprender, no resultan en ocasiones incompatibles con la propia organización de las instituciones? ¿No estaremos pidiendo a profesores y orientadores que asuman funciones disruptivas para la lógica de la cultura escolar? Parece necesario gestionar simultáneamente esos diversos cambios en la cultura escolar sin que interfieran entre sí en demasía (Pérez Gómez, 1998 citado por Pozo y Monereo, 1999), lo cual añade una nueva dimensión institucional, a la investigación e intervención en estrategias de aprendizaje. Cada uno de estos problemas constituye un eje, el primero de ellos, el tratamiento esencialmente procedimental de las estrategias de aprendizaje ha proporcionado un marco claro para su inclusión en el currículo como contenido educativo (Coll y Valls, 1992; Pozo y Postigo, 1994; Valls, 1993 citados por Pozo y Monereo, 1999).

Aprender a aprender requiere no sólo técnicas y estrategias sino también motivos, deseos, que impulsen esa necesidad de aprender. Los motivos de los estudiantes pueden ser muy variados y conducir a formas distintas de afrontar el aprendizaje, siendo una de las variables centrales la forma en la que el profesor organiza las actividades y las metas de los alumnos. Aunque sea una obviedad, para que los alumnos quieran aprender a aprender es preciso que sus profesores asuman ese motivo entre sus propósitos educativos. Lo cual, a su vez, dependerá no sólo de los motivos de los profesores; sino también, de sus creencias y concepciones sobre la educación, de lo que saben sobre el aprendizaje y la enseñanza.

(Continuará)

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