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sábado, marzo 28, 2009

«ATRAYÉNDOLOS HACIA SÍ EN SU COMUNIÓN”

Algunos aspectos sobre evangelización y catequesis con niños
Camilo Llorca
Albada, XII.08


Asomarse un poco a la sociedad de hoy y a la misma situación de la Iglesia en ella nos lleva a constatar una realidad, que no siendo nueva, sí aparece con mayor fuerza: una crisis de la transmisión de la fe. Se da este fenómeno en primer lugar en el seno de las familias que siendo el ámbito natural y privilegiado de la transmisión de la fe vive un abandono progresivo en este ministerio. Lo mismo podemos observar en la comunidad cristiana, que aunque busca nuevos paradigmas, métodos… se encuentra con la dificultad de que el mensaje de la Buena Noticia alcance la realidad del ser humano hoy. Esta situación nos hace preguntarnos sobre nuestro propio testimonio de vida cristiana, pues ya el Concilio Vaticano II afirmaba de forma clara que una de las causas principales del ateísmo hoy era la falta de testimonio de los propios cristianos.

No echemos balones fuera.

Ya Juan XXIII, en su discurso de apertura del Concilio, decía:

“quienes en los tiempos modernos no ven otra cosa que prevaricación y ruina. Van diciendo que nuestra hora, en comparación con las pasadas, ha empeorado y así se comportan como quienes nada tienen que aprender de la historia… Más nos parece necesario decir que disentimos de esos profetas de calamidades…”.

Y es que la iglesia lo es en cuanto que evangeliza. Los primeros cristianos no lo tuvieron más fácil, el mismo Jesús. La Iglesia necesita ver y entender en estas dificultades una posibilidad, una oportunidad de ser lo que es para el mundo de hoy, y dejar de ver en el mundo una imposibilidad o un enemigo radical, alguien al que se ha de oponer por que se opone a ella. Pensando en el mundo de hoy, nuestro Dios lo amó tanto que entregó la vida de su Hijo para que el mundo se salve por Él.

Desde aquí, desde el amor de Dios al mundo, y por tanto, de la Iglesia al mundo tenemos que situar nuestra misión evangelizadora. Lejos de moralizar, juzgar, enfrentarnos y defendernos… lo que nos corresponde es proponer el gozo del amor de nuestro Dios que se ha manifestado en el señor Jesús y la Buena Noticia del Evangelio.

El Catecismo nos dice que los momentos de renovación de la Iglesia, y éste evidentemente lo es, son también en los que a la catequesis le corresponde un mayor empeño. Vivir este momento con la esperanza que nos abren las nuevas situaciones impulsará nuestra misión, la hará más auténtica y eficaz.

En este empeño catequético cobra una relevante importancia la catequesis de iniciación cristiana, y dentro de ella la catequesis con niños de Primera Comunión y Postcomunión. Éstas situadas dentro del Directorio General de Pastoral de la Provincia escolapia de Valencia en el apartado de evangelización explícita que define así: “procesos y acciones que proponen directa y claramente un acercamiento y conversión a la persona de Jesús, y una participación en su Vida Nueva, mediante la iniciación integral cristiana”. Acercar a los niños a la persona de Jesús, anunciarles la vida nueva, buena, gozosa que propone el Evangelio e iniciarles y acompañarles en la relación con Él, dejando que el mismo Jesús les ofrezca su amistad y su vida será nuestro cometido, siendo nosotros instrumentos y acompañantes en este encuentro. (Señalar a Jesús cono Juan Bautista).

La catequesis con niños es un ámbito peculiar con unas características especiales que la Iglesia nos señala, por ejemplo, en la Catechesi Tradendae de Juan Pablo II:

Es didáctica,
pero encaminada a dar testimonio de la fe.

Es inicial,
mas no fragmentaria, puesto que deberá revelar, si bien de manera elemental, todos los principales misterios de la fe y su repercusión en la vida moral y religiosa del niño.

Da sentido a los sacramentos,
pero a la vez recibe de los sacramentos vividos una dimensión vital que le impide quedarse en meramente doctrinal, y comunica al niño la alegría de ser testimonio de Cristo en su ambiente de vida.

Es importante que la catequesis de niños y jóvenes, la catequesis permanente y la catequesis de adultos
no sean compartimentos estancos e incomunicados… Es menester propiciar su perfecta complementariedad.

Del mismo modo en el Directorio general para la catequesis de la Congregación para el clero, dice:

Estará atenta a desarrollar
las capacidades y aptitudes humanas, base antropológica de la vida de fe, como el sentido de la confianza, de la gratuidad, del don de sí, de la invocación, de la gozosa participación…

La educación a la oración y la iniciación a la Sagrada escritura
son aspectos centrales de su formación cristiana.

Debe tener una colaboración constante
con los padres y con los maestros, de acuerdo con las posibilidades de cada lugar.

Es siempre una convocatoria y llamada
a la fe, al despertar religioso del niño.

Es necesario que desarrolle verdaderos procesos de iniciación cristiana, bien articulados, que les permita acceder a la edad adulta con una fe madura y pasar de evangelizados a evangelizadores.

Ejerce al mismo tiempo tareas
de iniciación, de educación y de instrucción.

Y la finalidad, el objetivo de la preparación, celebración de la primera comunión y del camino que se inicia a partir de ella, según Benedicto XVI es:

“el inicio de una amistad con Jesús para toda la vida. El inicio de un camino juntos, porque yendo con Jesús vamos bien, y nuestra vida es buena. Necesitamos precisamente esta amistad con Dios, que nos ayuda a tomar las decisiones correctas. Necesitamos madurar humanamente. En otras palabras, Jesús nos alimenta para llegar a ser realmente personas maduras y para que nuestra vida sea buena.”

El sistema de catequesis tradicional dirigido a los niños, aún con todas las innovaciones metodológicas de los últimos cuarenta años, ha entrado en crisis, pues ya no podemos concebirla como una preparación para recibir un Sacramento, ya que se constata que para muchos la primera comunión se convierte también en la última.

Desde este punto me gustaría señalar desde nuestra experiencia en la catequesis parroquial-colegial qué entendemos como retos o pequeños caminos para mejorar en esta apasionante misión evangelizadora tan nuestra:

Abordar el proceso de catequesis
con niños no como formación presacramental, sino como iniciación a la relación de amistad con el Señor Jesús. Lo que supone subrayar la experiencia de fe, de la que el niño es capaz, más que el proceso de aprendizaje doctrinal.

Conocer y acompañar
el proceso de crecimiento humano del niño y presentar la Buena Noticia del Evangelio como plenitud de ese mismo crecimiento.

Destacar la centralidad de la Palabra de Dios,
la iniciación a la oración y a la liturgia en todo proceso catequético. Todo ello contemplando el momento el momento de crecimiento del niño y adecuándose a él.

Crear ambientes y relaciones
para la catequesis que hagan vivir estos momentos como algo amable, bueno, donde el niño pueda vivirse cuidado y querido, condición indispensable para su crecimiento.

Acoger y respetar
el proceso de cada niño, bendiciendo siempre su experiencia, sin moralizarle y sin pretender ritmos iguales para todos.

Adecuar el lenguaje religioso a este mismo proceso.
De la misma manera dinamizar las sesiones de catequesis con una didáctica adecuada al mismo.

Entender y programar
la catequesis con niños como una pastoral misionera, con ellos y desde ellos, hacia la familia, provocando momentos de reflexión, anuncio, oración y celebración con todos. Caminando así hacia la comunidad cristiana abierta al entorno social.

El desafío de la diversidad.
Trabajar una catequesis diversificada que ofrezca variados caminos para avanzar en la fe.

No es tarea fácil, ni son recetas nuevas para el éxito en la misión. No olvidemos que la eficacia de la catequesis es y será siempre un don de Dios, mediante la obra del Espíritu del Padre y del Hijo. Esta total dependencia de la catequesis respecto de la intervención de Dios la enseña el Apóstol Pablo en su carta a los Corintios cuando les recuerda: « Yo planté, Apolo regó; mas fue Dios quien dio el crecimiento. De modo que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer». A plantar y regar somos enviados, a trabajar en esta mies fertilísima.

A veces por la responsabilidad que supone esta misión, aparecen siempre cuestionamientos sobre si los niños están o no preparados, si tienen suficiente fe o no… de cara a recibir los sacramentos. A mí más bien, me aparece la pregunta sobre si lo estamos los que ya hemos sido iniciados, pero pienso que hay que despejar de nosotros esta tentación. Para ello acabo con esta respuesta de Benedicto XVI, que supone siempre tocar la verdad del corazón de Dios, más que otros planteamientos:

“En mi juventud yo era más bien severo. Decía: los sacramentos son los sacramentos de la fe; por tanto, donde no hay fe, donde no hay práctica de la fe, los sacramentos no se pueden conferir. Después, siendo arzobispo de Munich, hablaba de ello con mis párrocos. También entre ellos había dos corrientes: una severa y una condescendiente. A lo largo de los tiempos también yo he comprendido que debemos seguir siempre el ejemplo del Señor, que estaba muy abierto incluso hacia las personas marginadas en Israel en aquella época; era un Señor de la misericordia, según muchas autoridades oficiales demasiado abierto hacia los pecadores, a los que acogía o permitía que lo acogieran a él en sus cenas, atrayéndolos hacia sí en su comunión”.

Diálogo producido en la diócesis de Bolzano-Bressanone

He decidido poner como título esta última frase pues pienso que es el origen y meta de toda misión evangelizadora y de la catequesis con niños: el deseo de Jesús de atraernos a todos hacia Él.

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