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Nombre: Alforja Calasanz
Ubicación: Valencia, Malvarrosa, Spain

jueves, enero 29, 2009

América Latina. Al terminar el 2008. Desafíos para el 2009

Fundación Centro Gumilla
Adital
9 de enero de 2009

Mediante el presente documento hacemos entrega del primer informe de coyuntura latinoamericana encargado por la Conferencia de Provinciales de América Latina al Centro Gumilla. Contiene una sección principal que ofrece una visión general de la Región y las tendencias principales de cada subregión. Además se ofrece un anexo con los datos más relevantes de cada país, excepto Panamá y la gran mayoría de países Caribeños, por no contar con suficiente información. El período de análisis comprende septiembre - diciembre 2008.
26 de diciembre de 2008

I.- INTRODUCCION

Para el mundo en general, 2008 fue un año lleno de sorpresas y de crisis. Para la región de América Latina, fue un año de conflictos internos y de búsqueda de caminos para garantizar el desarrollo y la superación de la desigualdad y la pobreza.

En el plano económico, la región, con sus diferencias entre subregiones y países, tuvo un quinto año consecutivo de crecimiento, lo que le permitió seguir acumulando excedentes para la reducción de la pobreza y la desigualdad en la mayoría de países. En el plano político, la región atravesó dos severas crisis: la bilateral resultante del bombardeo de Colombia a Ecuador para dar muerte a Raúl Reyes, segundo hombre de las FARC de Colombia, en marzo, y la nacional derivada del conflicto suma-cero de Bolivia, luego del referéndum revocatorio presidencial, en el cual Evo Morales salió ratificado con el 63% de los votos, en septiembre. Estas dos crisis requirieron la participación intensa de la región, a través de dos instancias, el Grupo de Río y la UNASUR.

En el plano internacional, el desarrollo económico de Brasil le permitió alcanzar el estatus de "global player" y participar activamente en la fracasada Ronda de Doha, mientras Rusia, China, Irán y Francia, ampliaron de varias maneras sus relaciones con la mayoría de países.

El presente documento contiene una sección principal que ofrece una visión general de la región, teniendo en cuenta especialmente en esta coyuntura los impactos de la crisis financiera global y el próximo cambio de gobierno en los Estados Unidos. También prestaremos atención a la profusa dinámica de integración desarrollada en estos últimos meses. Finalizaremos con el análisis de las características más relevantes de las subregiones. Se ofrece finalmente un anexo con los rasgos más característicos de la mayoría de los países.

De acuerdo al proyecto original quedan aspectos cruciales que investigar. Será posible subsanar estas deficiencias en próximas entregas en la medida en que tengamos acceso a la información requerida y contemos con las colaboraciones necesarias desde los centros sociales que operan en la región.

Nuestra próxima entrega está prevista para el mes de mayo 2009.

II.- CRISIS MUNDIAL

La noticia más importante a nivel global en este último trimestre de 2008, lo fue, sin duda, la crisis financiera y su deletéreo impacto en el mundo entero. Estados Unidos, la Unión Europea, Asia y el G20 han entrado en una recesión económica con futuro incierto todavía. En EEUU, país origen de la debacle, esta crisis económica no parece tocar fondo, ya que día a día se siguen conociendo nuevos anuncios de quiebras masivas de bancos y empresas emblemáticas. Dicho país se encamina a un déficit sin precedentes, mientras siguen aumentando los rescates. El déficit comercial norteamericano supera los 700.000 millones de dólares con tendencia a subir. El último pedido semanal de subsidios de desempleo es el más alto en 26 años. New York ya muestra el record de homeless en las calles y el FMI acaba de pronosticar que la crisis continuará por lo menos hasta 2010. Pero el dato más relevante y preocupante desde el punto de vista económico, es que en noviembre 2008 se registró una deflación de 1,7%, la más alta desde 1947.

Por otra parte, Bush visitó Irak y Afganistán, despidiéndose de las tropas en un acto cínico de justificación de ambas guerras, que tanto perjuicio le han causado a la humanidad y al sistema internacional. El Secretario de Defensa de los Estados Unidos (Robert Gates) -que continúa con Obama- dijo que las tropas de Irak han iniciado el proceso de retirada, a la vez que anunció el envío de 12.000 hombres más a Afganistán, lo que anticipa la línea del nuevo Presidente en ambos conflictos.

En Europa se confirma con creces la recesión económica, la cual puede ser aun más compleja que la de Estados Unidos, por los límites de la institucionalidad europea para la recuperación financiera. La Cumbre de la UE realizada en Bruselas (en la que se impidió un atentado de Al Qaeda contra ella, paralelo a otro desmantelado en París en el centro de la ciudad) resolvió reducir los gases del efecto invernadero, lanzó un plan de rescate de 200.000 millones de euros para los 27 países que la integran y aprobó crear una fuerza europea de 60.000 hombres que puede ser movilizada en dos meses para actuar fuera del continente, al margen de la OTAN. Rusia también asumió que está en recesión, y aunque no se sumó al acuerdo de la UE sobre el clima, apoyo la reducción en la producción de petróleo propuesta por la OPEP.

En lo que respecta a América Latina, y según afirma la CEPAL en su último informe del 2008, el crecimiento económico disminuirá significativamente en casi todos los países de la región en 2009, lo que provocará de inmediato un aumento del desempleo y la pobreza, un menor gasto social y servicios del gobierno, una caída de las reservas y un incremento de la deuda pública externa e interna. Estos problemas confluirán con los estructurales no resueltos en el reciente quinquenio de la abundancia: no hubo cambios de fondo (ni diversificación productiva, ni saltos tecnológicos), y pese a ser el propósito político de muchos de los actuales gobiernos, este crecimiento no se tradujo en una reducción sustantiva de la pobreza, ni mucho menos de la desigualdad, lo que dio como resultado la persistencia de algunas de las crisis estructurales en un contexto de prosperidad. En cuanto a la crisis actual, lo que se desconoce aún es qué tan pronunciado será el descenso en el crecimiento económico ni cuáles serán sus repercusiones sociales y políticas. Según los analistas económicos, ello dependerá de cuatro factores, ninguno de los cuales es fácil evaluar todavía.

Un primer elemento a considerar es la profundidad y la duración de las recesiones en EU y Europa, y el declive del crecimiento en Japón, China e India. La visión optimista es que la economía estadounidense debería recobrarse en un año máximo, pero esto se basa fundamentalmente en los precedentes históricos. Todos los pronósticos sobre las actividades financieras y económicas han resultado ser demasiado optimistas, tanto en EU como en casi todo el resto del mundo (incluyendo China, donde el crecimiento anualizado en este trimestre podría caer a casi a la mitad de su ritmo en el 2007). Los masivos paquetes de estímulos y de rescate que EU y países europeos están conformando para atender los problemas, parecen estarse quedando cortos en su objetivo de reconstruir la confianza de los consumidores e inversionistas y de descongelar los mercados de crédito. Hay una manifiesta incapacidad tanto de analistas como de funcionarios económicos para identificar la verdadera vulnerabilidad de la economía de cada uno de los países, lo que ha contribuido a la incertidumbre y a la imprevisibilidad permanente. Nadie parecía saber, por ejemplo, que los sectores privados de Brasil y México habían realizado enormes inversiones en instrumentos derivados de alto riesgo, apostando en esencia a que el peso y el real eran invulnerables a una depreciación. Todo esto sugiere que las naciones de Latinoamérica deben estar preparadas para sufrir resultados peores a los que ahora se están proyectando. Podría tratarse de un periodo prolongado de bajo crecimiento y un ritmo menor de recuperación, similar a la crisis deudora de los 80, que llevo a la región en esa coyuntura a un crecimiento sin precedentes de la pobreza y la desigualdad social.

Un segundo factor a tomar en consideración, es cómo responderán a la crisis Estados Unidos y las naciones de Europa y Asia. ¿Hasta qué grado avanzarán hacia estrategias internacionales de mayor cooperación que consideren los intereses de otros países, o cederán ante las presiones políticas internas y se centrarán en sus propias necesidades? ¿Mantendrán sus economías abiertas o es probable que haya un mayor proteccionismo? ¿Aumentarán los nuevos recursos disponibles para las organizaciones financieras multilaterales o para préstamos directos a Latinoamérica? La reciente reunión del G-20 en Washington fue desalentadora porque los acuerdos logrados fueron principalmente en torno de reformas para prevenir la siguiente crisis, con pocas ideas concretas sobre cómo atender la crisis actual y sobre todo, las consecuencias para las regiones pobres del planeta. Los ofrecimientos de créditos a las economías emergentes de la región podrían volverse imposibles si la crisis se prolonga y las condiciones internas en Estados Unidos y la UE se deterioran.

El tercer tema es:
¿cómo responderán las naciones latinoamericanas mismas a los problemas económicos que enfrentan? Parece existir un consenso entre economistas de que, incluyendo a Chile, las naciones de Latinoamérica carecen de la capacidad fiscal que se necesita para implementar las políticas contra cíclicas requeridas en la presente coyuntura. A diferencia de los gobiernos de Estados Unidos o de la UE, no cuentan con los recursos necesarios para estimular sus economías, ayudar a sus bancos y corporaciones, subsidiar a sus consumidores, defender sus monedas y proteger a grupos vulnerables.
Cuarto y a consecuencia de todo lo anterior, es probable que surjan tensiones políticas y mayor polarización, en casi todos los países, por lo que las decisiones económicas serán un asunto de mayor conflicto. No hay que olvidar que en la crisis económica de los 90, 13 presidentes de la región tuvieron que abandonar sus cargos antes de que se venciera su periodo constitucional.

Lamentablemente, existen reales probabilidades de que el panorama económico y político de Latinoamérica cambie en forma dramática. Una depresión profunda o prolongada, particularmente si se combina con una contracción fiscal aguda, podría hacer desaparecer los impresionantes avances económicos y sociales de los últimos cinco años en la región; entre los cuales están la aceleración de la expansión económica, el aumento de las reservas y la disminución de la deuda, reducciones históricas en la pobreza, una clase media floreciente y avances hacia una distribución más justa del ingreso.

Esta crisis es diferente a las otras que han azotado a las economías latinoamericanas en los últimos años. Es un asunto global, en el que todas las economías importantes del mundo sufren de restricciones de crédito, escasez de capital de inversión, contracción de mercados, desempleo al alza y un futuro incierto. Latinoamérica es hoy una región profundamente globalizada. Más que nunca antes, su crecimiento y prosperidad dependen de las economías de Estados Unidos, Europa y Asia. Probablemente pasará bastante tiempo antes de que esas naciones tengan otra vez la capacidad de ofrecer a los países latinoamericanos los mercados de exportación y el capital (en forma de préstamos, inversiones y remesas) que necesitarán para reavivar su destino económico. Así pues, en el tema del crecimiento y del acceso al crédito internacional, a la región le esperan días complicados, que afectaran las posibilidades de su desarrollo social y económico.

Otro fuerte impacto que la crisis económica y financiera tendrá sobre la región será a través de las remesas. Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) al menos unos 12 millones de adultos envían dinero a sus familiares en sus países de origen mensualmente. El volumen de la masa dineraria es cercano a los 60.000 millones de dólares anuales, cifra que ya en 2008 sufrirá una merma de alrededor un 20%. Los países que se verán más afectados por la disminución del flujo de remesas son México y Centroamérica, Ecuador, Colombia y Bolivia.

A pesar de las afirmaciones en contrario, la crisis económica global si tendrá un importante efecto en todos los países, afectando y ralentizando no solo sus posibilidades de crecimiento económico en el próximo quinquenio, sino también los logros alcanzados en los últimos años en materia de reducción de la pobreza y la desigualdad.

III.- ELECCIONES EN ESTADOS UNIDOS

Para una región que cubre a una población de más de 143 millones de habitantes en ocho países, el recambio en la administración del complejo industrial-militar estadounidense implica modos diversos de relación con la región en particular con América Latina.

Barack Obama y el Partido Demócrata recibieron un amplio mandato para el cambio. No sólo ganaron el Poder Ejecutivo Federal, sino que también pasaron a controlar prácticamente la Cámara de Representantes y el Senado y a tener la mayoría de gobernaciones en el nivel estadal.

Con un poder de esa magnitud, la interrogante es ahora cuál será la envergadura del cambio que lleve a cabo Obama. Primero, es fundamental subrayar que Obama expresa el cambio, pero no la revolución: no habrá mutaciones radicales, profundas y decisivas con su elección debido a la compleja realidad estadounidense y los límites actuales de la política en Occidente, así como el alcance promisorio pero acotado de las promesas de su campaña hacia la presidencia. En segundo lugar, es probable que las transformaciones internas sean más decisivas y elocuentes que las externas, a pesar de que estas últimas puedan tener importancia simbólica. El mayor reto doméstico es la configuración de una coalición sólida y renovada que apoye una agenda estrecha de reformas medianamente progresista, restaurando las libertades civiles confiscadas en este periodo, además de la recuperación económica del país, tarea no menor dada la magnitud de la crisis.

La impronta social, cultural y política que ha dejado el conservadurismo en el último cuarto de siglo es un legado difícil de revertir en lo inmediato; exige paciencia y osadía y demanda un alto nivel de participación ciudadana. Ordenar la casa en términos económicos y financieros implicará tomar decisiones drásticas y en pos de una redistribución de poder a favor de los grupos sociales más carenciados y los sectores genuinamente productivos. Desmilitarizar la política externa y defensa de EE.UU., acelerada durante los dos gobiernos de George W. Bush, no es una misión fácil.

Como presidente, Obama hereda dos legados funestos de la era Bush -mala reputación internacional y crisis económica-, que condicionarán la agenda doméstica e internacional. Pero, por otro lado, contará con una mayoría amplia del Partido Demócrata en ambas cámaras del Congreso, lo cual facilitará el desarrollo de sus programas. Los dos factores incidirán en el futuro de la relación con el mundo y con América Latina.

En el frente externo no se pronostican giros categóricos debido a la magnitud de la crisis interna, aunque hay dos promesas de campaña que Obama debe cumplir: desmantelar Guantánamo y retirarse de Irak. El primer tema deberá vencer complejas consideraciones legales internas y el segundo, el acuerdo que intenta concretar Washington con Bagdad antes de fin de año. En otros aspectos no menos importantes, Obama se mostró ortodoxo: por ejemplo, avaló la guerra preventiva, cree que la guerra en Afganistán es una "buena guerra" y no se ha deslindado suficientemente del influyente lobby israelí. La designación de Hilary Clinton como Secretaria de Estado, preanuncia los compromisos y limitaciones que posiblemente caracterizarán el inicio de la política exterior del gobierno Obama.

En relación con América Latina, los anuncios de campaña, los resultados electorales y los potenciales responsables para el área son datos relevantes a tener en cuenta. Obama prometió normalizar la relación con Cuba y en este sentido podría haber avances inesperados. Ni Venezuela ni Bolivia fueron objeto de una retórica hostil y se presagia un compás de espera para evitar un mayor deterioro de las relaciones. En la frontera próxima también está el caso de Haití: cuando asuma Obama en 2009 ya habrán pasado cinco años de la intervención político-militar avalada por la ONU en 2004; una misión que estabilizó precariamente el país, pero que no puede seguir allí indefinidamente. La sensibilidad del nuevo presidente frente al tema de los derechos humanos se puede llegar a expresar para el caso de Colombia. Para Argentina éste podría ser un tópico de vinculación provechosa dado el lugar de los derechos humanos en la política exterior de Cristina Fernández.

El desplome financiero y el inicio de una etapa de recesión obligarán al nuevo gobierno a reducir el gasto público. Es factible que los desembolsos al extranjero, en particular en temas controversiales como defensa, sean sujetos a recortes, lo cual podría dar lugar a una disminución rápida -no gradual- de la ayuda que recibe Colombia. La crisis económica también hará que el Ejecutivo y el Legislativo sean más refractarios al libre comercio, lo que generará un clima difícil para la aprobación de los tratados previstos para Colombia y Panamá.

Consideraciones especiales merecen el caso de México y Brasil. México se ha transformado del caso a imitar en los noventa a país problema en esta primera década del siglo XXI. Obama anunció su interés de reabrir y enmendar el Nafta; algo que incidirá en las relaciones mexicano-estadounidenses. El avance del crimen organizado y el auge del narcotráfico en México, así como el delicado tema de las migraciones pueden colocar a ese país en un lugar privilegiado de interés pero también negativo en cuanto a las iniciativas. Por su parte, Brasil se ha tornado cada vez más indispensable para Washington: alianza estratégica en materia de biocombustibles (algo que Obama quiere profundizar), seriedad en el manejo de la crisis financiera actual, proveedor de estabilidad en la vecindad, entre otros aspectos.

En términos generales, América Latina reviste de poco interés para Estados Unidos en este momento, mientras que no existe por ahora ninguna otra potencia que ponga en peligro el control geoestratégico de esta área, no obstante la presencia de otros actores extra regionales como Rusia, China y hasta Irán que han profundizado sus vínculos políticos y comerciales con algunos gobiernos sudamericanos.

Sin embargo, es posible adelantar algunos de los temas que estarán presentes en la agenda EU-AL:

Narcotráfico (Barack Obama se ha mostrado favorable a los US $400 millones otorgados por el Plan Mérida para combatir el narcotráfico en México y América Central),
Crimen organizado
Migración (Obama dijo durante la campaña que los controles fronterizos deberían ser más estrictos y también que es necesario desarrollar un conjunto integral de reformas que establezca un camino hacia la regularización migratoria),
Comercio exterior (a los inicios de la campaña Obama señaló la posibilidad de renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre Estados Unidos, México y Canadá, pero hacia el final de la contienda se retractó de la posición inicial)
Derechos Humanos: con el retorno de los demócratas al gobierno, es predecible que este tema se revalorice de nuevo en la agenda internacional de los Estados Unidos. Con ello se le prestara especial atención a Colombia.
Energía y ambiente: Durante su campaña electoral, Obama se refirió en varias oportunidades a la necesidad de reducir la dependencia energética de los Estados Unidos de países foráneos, así como la urgencia de destinar fondos federales para promover el uso de tecnologías alternativas para la producción de energías.

Del 17 al 19 de abril de 2009 se realizará la Quinta Cumbre de las Américas que tendrá lugar en Trinidad y Tobago, en la que se podrá calibrar mejor la postura del nuevo presidente estadounidense con respecto a la región en su conjunto y cuáles serán los temas en los que hará énfasis su administración. La región en su conjunto es en esta coyuntura más independiente y más critica de la política exterior de los Estados Unidos. Sin embargo, esta relativa autonomía no le ha servido a la región para proyectar a nivel global los temas del desarrollo. Es deseable, así pues, que en esta coyuntura de cambio mundial la voz de la región sea mas audible en ese y otros aspectos.

IV.- LA REGION EN SU PROCESO DE INTEGRACION

América Latina muestra en su seno posiciones divergentes acerca de temas cruciales, tales como las formas de la democracia (representativa o participativa), los modelos de desarrollo y de integración, la administración de los acuerdos energéticos, el manejo de los problemas de seguridad y las relaciones con los Estados Unidos. Estas diferentes perspectivas no solo son patentes entre los países mas "alineados" con los Estados Unidos, sino también entre los países mas hacia la izquierda o más progresistas. La diferencia de posiciones sobre estos temas claves ha dificultado el proceso y la velocidad de la integración regional, en uno de los contextos políticos y económicos más favorables para ella.

Vamos a detenernos en algunas consideraciones sobre el proceso seguido por UNASUR y en los resultados de la última reunión colectiva de Presidentes latinoamericanos, realizada en Brasil a finales de 2008, denominada "Combo Cumbre", ya que se realizaron 5 reuniones de diferentes que intentaban articular diferentes espacios de integración.

La Unasur es una comunidad política y económica que integra a los doce países independientes de Sudamérica (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guayana, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela y Surinam). La Unión se oficializó el 23 de mayo del 2008 en Brasilia, donde se firmó el tratado constitutivo. Durante esta cumbre, la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, fue elegida presidenta ‘pro tempore’ de la organización por un periodo de un año. La Secretaría General del organismo se encuentra temporalmente en Brasilia, pero tendrá sede permanente en la ciudad de Quito (Ecuador), mientras que el Parlamento de la Unión se localizará en la ciudad de Cochabamba (Bolivia). Paradójicamente, uno de los temas más complicados de UNASUR y diferido para abril del 2009, es el nombramiento de su Secretario General, ya que el candidato propuesto por Ecuador, el ex presidente de Argentina Néstor Kirchner, ha sido vetado por Uruguay debido al conflicto que mantienen ambos países por las "papeleras", y dicho nombramiento requiere unanimidad y consenso. Previa a la reunión de diciembre, UNASUR se reunió en Chile en septiembre, para tratar la grave crisis de Bolivia. La reunión de urgencia fue convocada por la presidenta ‘pro tempore’ de la Unión, Michelle Bachelet (luego de recibir una advertencia de Evo Morales de que se estaría ideando un golpe de estado en Bolivia), con el fin de fijar una postura en común entre los integrantes con respecto a la peor crisis política que vive ese país desde que asumió Morales.

La reunión concluyó con un comunicado por parte de todos los mandatarios, donde manifestaron el pleno respaldo al gobierno de Morales, y el rechazo a un "golpe civil". Incluso exigieron, como condición para el diálogo entre las partes del conflicto, la devolución de las instituciones del Estado tomadas por la oposición. Del mismo modo, condenaron la masacre producida en Pando el 11 de septiembre, y acusaron a los accionistas de querer desestabilizar la democracia.

La práctica unanimidad sobre la importancia de dicha Cumbre no oculta la existencia de algunos problemas, comenzando por el hecho de que hasta el momento la Unasur es más una instancia de coordinación política que de integración regional, que pese a la casi unanimidad en la valoración del conflicto boliviano la coincidencia se limita a algunas cuestiones y no agota la agenda o los roces por el liderazgo entre Brasil y Venezuela, ni ha limado las asperezas entre Ecuador y Colombia o Ecuador y Brasil.

Después de la Cumbre, la UE apoyó la declaración de la Unasur en defensa de la democracia en Bolivia. La decisión se aceleró por la presión de Bolivia y Venezuela denunciando la existencia de ciertas tramas golpistas, unas impulsadas por los prefectos opositores y otras por EEUU. La expulsión de los embajadores norteamericanos en La Paz y Caracas, y las denuncias sobre la violencia opositora, especialmente tras la matanza de Pando, reforzaron la tensión sobre Unasur. La espiral de violencia en Bolivia, donde tanto el gobierno como la oposición autonómica habían decidido movilizar a sus bases en defensa de sus posiciones, influyó sobre el éxito de la convocatoria.

Uno de los motivos que aumentó la sensibilidad de algunos gobiernos de la región es el temor frente al potencial separatista de la media luna boliviana. En sus casi 200 años de vida independiente, los países latinoamericanos no habían conocido fenómenos de esta naturaleza. La Cumbre extraordinaria de Santiago supuso el primer desafío concreto para Unasur, que fue superado de forma exitosa. Los mandatarios allí presentes abordaron de un modo realista la crisis boliviana, intentando resolver o encauzar el conflicto de la mejor manera posible, teniendo en cuenta que en Bolivia se juegan importantes cuestiones, no sólo para el futuro y la integridad de Bolivia, sino también para la propia estabilidad de América del Sur. Desde esta perspectiva fue clara la apuesta por el mantenimiento del status quo y la defensa de las autoridades legítimamente elegidas.

El balance de la Cumbre de diciembre 2008 en Brasil, es dispar, según cada uno de los países. Por ejemplo a Cuba, que no pertenece a ningún foro y solo recientemente admitido en el Grupo de Río, le fue bastante bien, tomando en consideración los acuerdos que realizó con México, Brasil, Argentina y Chile y la solicitud unánime de todos los países de la región a Estados Unidos para que ponga fin al embargo de 50 años. Sin embargo, al país anfitrión, Brasil, no le fue como esperaba, ya que no logró sus objetivos de minimizar sus conflictos con Ecuador y Paraguay, tampoco los acuerdos propuestos en MERCOSUR tuvieron lugar. Solo logró formalizar una iniciativa ya aprobada, el Consejo Suramericano de Defensa.

Brasil buscó en estas cinco reuniones sucesivas en pocos días ordenar su estrategia regional, en momentos que la influencia de los EEUU en la región puede ser la menor de la historia. Las recientes visitas de los presidentes de Rusia y China a la región y la presencia de la flota rusa -que no sólo realizó ejercicios navales con Venezuela sino también con Nicaragua y Cuba, además navegó por primera vez en 60 años el Canal de Panamá- son una evidencia al respecto. Pero esta singular presencia también pone en evidencia que Brasil no ha llegado a sustituir la influencia de EEUU en la región. Washington hoy ve con buenos ojos un liderazgo más eficaz de la primera economía de América Latina en lo político y estratégico y por esta razón no cuestiona iniciativas como el Consejo de Defensa de América del Sur integrado por los doce países de UNASUR, que excluye a los EEUU. América Latina vive así una situación estratégica muy particular, con Washington perdiendo influencia y replegándose, Rusia avanzando en lo estratégico-militar, China en lo comercial y Brasil asumiendo gradualmente un rol de mayor liderazgo, pero sin llegar a compensar todavía el vacío de EEUU ni neutralizar la influencia de potencias extra-continentales como Rusia y China.

La crisis financiera y su efecto para la región no fue suficientemente analizada en dicha Cumbre. La región muestra estar en una especie de etapa china de la "revolución" regional: que surjan mil flores -ALBA a medias, MERCOUR casi en KO, CAN, ya en KO, UNASUR sin cabeza, mientras siguen las iniciativas. No todo de ello es malo: lo complicado es que el rompecabezas de la región puede estallar en las manos en cualquier momento si no se sabe administrar estas ansias de autonomía. Una última observación: excepto por el tema de Cuba, no se articuló una agenda de la región para presentarle a Obama en la reunión de abril, con lo que la OEA podría renacer, incluso con un nuevo secretario general dada la casi inminente renuncia de Insulza, toda vez avanza su candidatura presidencial en Chile.

V.- LA REGION POR SUBREGIONES

América Latina mantiene enormes diferencias internas, según las subregiones: México y Centroamérica y el Caribe, los Andes y el Cono Sur. La subregión de México y Centroamérica está fuertemente marcada por su enorme dependencia de los Estados Unidos, sus marcadas deficiencias sociales y su aguda crisis en el aparato institucional y estatal responsable de la seguridad y la administración de justicia. El Caribe muestra una complejidad muy heterogénea, teniendo en común sus graves deficiencias económicas y altos niveles de pobreza. En América del Sur es posible efectuar cortes zonales distintos. Uno político-institucional muestra una diferencia entre el arco andino y el Cono Sur. En los Andes predomina la inestabilidad, los grados de polarización social son altos, la conflictividad es ascendente, el papel de los militares en la política interna es activo y las crisis domésticas de distinto tipo parecen facilitar el despliegue de actores exógenos. En el extremo sur del continente se observan signos de crispación social y radicalización ideológica pero los niveles de tensión socio-política son aún controlables, las dificultades socio-económicas parecen manejables, el control civil de las fuerzas armadas es más sólido y la democracia no está en entredicho.

Una segunda distinción de tipo económico-comercial muestra un contraste entre la Sudamérica del Pacífico y la Sudamérica del Atlántico. Los países del Pacífico--Colombia, Perú y Chile-miran más hacia Estados Unidos: los tres le asignaron un rol clave a los tratados de libre comercio alcanzados con Washington. Tres países del Atlántico-Venezuela, Brasil y Argentina--han pretendido mermar el ritmo de concreción del Área de Libre Comercio de América (ALCA) y proyectar una estrategia económica más diversificada. Ecuador y Uruguay, a cada lado de los océanos, parecen re-orientar su perfil: Quito (que aún preserva la dolarización de su economía) distanciándose relativamente de Washington; Montevideo acercándose lentamente a Estados Unidos.

En el plano político, son irrefutables e irreversibles los éxitos de la democracia política. Pero la región todavía está lejos de lograr la democracia económica y social, ya que persiste la falta de garantías para la satisfacción de los derechos económicos y sociales. Se ha sugerido que en América Latina lo que hay en realidad son democracias con escasa capacidad estatal y de baja intensidad de ciudadanía, lo que está en el núcleo mismo de los impedimentos para alcanzar la democratización social. Según varios analistas, la democracia en América Latina está en un proceso de re-conceptualización, en el que se debe buscar, necesariamente, una definición maximalista, que tenga en cuenta la creciente utilización de los mecanismos de democracia directa, las nuevas expresiones de la política a través de canales no convencionales y la ampliación de la esfera pública por parte de grupos históricamente excluidos del ejercicio de la política. Hay más democracia, pero las sociedades exigen una mejor democracia.

Las tensiones sobre la democracia no solo provienen de la pérdida de espacio de las instituciones liberales, patente especialmente en la región andina: dichas tensiones también provienen de las dificultades del sistema político para el logro de la inclusión social y la extensión efectiva de la ciudadanía. Los déficits democráticos se observan especialmente en el área andina, ámbito en el que es mucho más obvia la tensión entre democracia y liberalismo. Existe en los Andes una polarización abierta sobre el modelo de democracia y una fuerte tirantez entre refundación y reformas. Los actos refundacionales de la democracia son consecuencia de la emergencia de las nuevas identidades políticas. La preocupación sobre la calidad de la democracia en la región andina contrasta con el entusiasmo democrático de sus sociedades, como revela los últimos Latino-barómetros. Ecuador, Bolivia y Venezuela son, junto a Uruguay, los países en lo que más se apoya la democracia en la región. Por ello, la calidad de la democracia debe evaluarse a la luz de las especificidades regionales.

En el caso de México y Centroamérica, la subregión registra niveles de desempleo con tasas superiores al 40% de su población económicamente activa en varios de los países, índices de pobreza que sobrepasan en algunas de sus naciones el 70% de la población viviendo con insuficiencia patrimonial, así como pésimos niveles en los índices de desarrollo educativo, de estándares de salud y de índices de salubridad que afectan el bienestar de grandes grupos de la población pueden bloquear intenciones de integración entre México y las naciones menos desarrolladas de Centroamérica.

El progreso de los programas de atención social en las naciones centroamericanas no ha sido equiparable a las tasas de crecimiento de las economías. La región sufre otras disparidades sociales que acentúan la dificultad de la superación de sus graves problemas de inseguridad y debilidad institucional. El PIB per cápita varía desde USD 2,100 en Nicaragua, hasta USD 8,700 en Costa Rica y USD9,000 en México. Mientras que Costa Rica produce cerca al 19% del PIB regional centroamericano y tiene casi el 9% de la población, Nicaragua produce tan solo el 3% del PIB regional y tiene el 1.5% de la población.

La distribución del ingreso se manifiesta en coeficientes de Gini que oscilan entre 46 % para Costa Rica hasta 56% en Honduras y Guatemala y casi 60% en Nicaragua. Adicionalmente, la relevancia de la población indígena que varía entre 10 y 40% del total de la población en países como México, Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, y que vive en condiciones de graves rezagos e inequidad impide justa traducción y aceptación de cualquier acuerdo de integración en estos sectores de la población. Junto a esta situación social de vulnerabilidad, el problema de la seguridad es común en esta subregión: narcotráfico en México, maras en Guatemala y El Salvador, crimen organizado en los tres países.

En Centroamérica hay al menos cuatro países que tienen gobiernos electos con una definición social demócrata de centro izquierda, o de centro, en Guatemala, Honduras, Costa Rica y Panamá; un gobierno de izquierda radical, de inspiración populista, en Nicaragua, y frente al único gobierno conservador que sobrevive en la región, el de El Salvador, campea la perspectiva del triunfo electoral del FMLN en la próximas elecciones.

Por otro lado, puede advertirse que respecto a Centroamérica hay tres polos de influencia muy claros: el de Venezuela, propiamente, el de México, y el de Brasil, países que de alguna manera disputan un liderazgo a nivel continental.

El Cono Sur, parece evidente la revalorización del Estado y la reorganización de la sociedad intentando moderar y disciplinar el poder del mercado. Hay una vuelta de lo estatal pero no del estatalismo; esto es, se detecta un esfuerzo por recuperar un papel trascendental del Estado pero sin que éste asuma un rol central y excluyente en el ámbito productivo. Hay un renovado énfasis en lo nacional pero no en el nacionalismo; esto es, impulsar la defensa y promoción (en lo socio-económico y lo político-cultural) de lo propio pero sin una exaltación de todos los órdenes y de manera expansiva de lo autóctono. Hay un regreso de lo popular pero no del populismo; esto es, surgen prácticas de mayor politización, participación e inclusión social pero no la aplicación de políticas económicas despilfarradoras y deficitarias, de exacerbación de pugnas de clase y de desafío retórico a actores externos. Hay más sensibilidad por el desarrollo pero no por el establecimiento de un proyecto desarrollista; esto es, se procura ampliar el mercado interno, generar empleo y promover a la burguesía nacional pero sin definir un nuevo modelo intervencionista e industrialista.

En el Cono Sur han ocurrido, concurrentemente, avances políticos importantes: una mujer socialista en Chile, un trabajador de origen izquierdista en Brasil, un político progresista en Uruguay, un mandatario electo a modo de outsider que termina con seis décadas de hegemonía del partido Colorado en Paraguay y una peronista con inclinación centro-izquierdista en Argentina han alcanzado la presidencia. Posiblemente ello era imposible en los setenta e impensado en los inicios de los noventa.

Las dificultades que enfrentan y los límites que evidencian las naciones del Cono Sur son el resultado de la acumulación y potenciación de problemas históricos no resueltos antes que el producto de la radicalidad de las propuestas o medidas impulsadas desde el ejecutivo. La variedad de grados de fortaleza/pobreza institucional que exhiben los países de la zona responde a factores ligados al estilo de liderazgo, la voluntad política, la calidad de la administración pública, los niveles de viabilidad y legitimidad de las políticas diseñadas y aplicadas, entre otros.

La gobernabilidad parece salvaguardada en la sub-región del sur, pero la consolidación de sistemas democráticos plenos está distante. Otra vez, con elementos distintivos de cada país, la desigualdad social sigue siendo un asunto preeminente, el imperio de la ley continúa débil, la representación política está cuestionada, la violencia cotidiana aumenta y la corrupción no se supera. La democracia en el Cono Sur no está en entredicho pero si erosionada por un conjunto de fenómenos y dinámicas que persisten y en algunos casos se profundizan. Uno de los retos fundamentales de las actuales experiencias reformistas en la zona es mostrar que es posible combinar crecimiento económico con más justicia social, mejor regulación estatal y mayor participación política.

Por su parte, la visión externa sobre la región de los Andes es la más crítica de la región. Dicha visión, especialmente la de Estados Unidos, tiende a enfatizar aspectos críticos o disfuncionales sobre el panorama político actual. El alejamiento de los países andinos de las tendencias mayoritarias en relación a la consolidación democrática formal, la fragmentación y falta de consenso; la exacerbación de situaciones de conflicto, y la simpatía hacia modelos económicos rentistas, populistas o heterodoxos, componen una situación, según estas visiones, de extremada vulnerabilidad. La denominada "radicalidad" andina, está atravesada por procesos de velocidades varias, entre los que destacan, profundos cambios político-institucionales, procesos innovadores de diseño de un Estado mas democrático, nueva gestión de los recursos naturales, reconstrucción de las mediaciones políticas y replanteamiento de la vinculación con la globalización. Ni en el ámbito suramericano, ni en el regional, existe consenso sobre cómo tratar la complejidad política de la crisis andina.

Sin embargo, esos mismos fenómenos dentro de la región tienen otra mirada. La de una búsqueda de un nuevo concepto de democracia. Con diferentes énfasis y con profundas distinciones sobre sus orígenes, los cinco países andinos han intentado modelos cuasi-revolucionarios de rompimiento con el pasado que coinciden con el cambio de siglo y se producen en forma simultánea con las transformaciones del entorno internacional.

¿Cómo catalogar el incipiente modelo político? Para empezar, habría que decir que la evaluación de los regímenes actuales se ha convertido en uno de los temas principales del debate político dentro y fuera de la región. Los discursos presidenciales tienen un alto contenido mesiánico y reclaman un favorable quiebre con un pasado de corrupción, control político desde arriba e injusticia social. Incluyen términos como ‘refundación’, ‘revolución bolivariana’, ‘revolución ciudadana’, ‘democracia directa’, ‘estado comunitario’, entre otros. Por el otro lado, quienes comparan los actuales regímenes políticos con los de democracias avanzadas o con ideales planteados en el nivel académico, encuentran que varios de sus elementos son autoritarios y antidemocráticos: la concentración de poder, la falta de oposición institucional y de contrapesos, el ejercicio caudillista y personalizado del poder presidencial, entre otros.

La búsqueda de un modelo político propio y que encaja con el momento histórico de la región ha conducido a la consolidación de una nueva democracia, en términos políticos. Comparten ciertas características políticas, entre las que destaca una insatisfacción generalizada con el status quo económico, la persistencia de graves problemas como la pobreza, la desigualdad y los problemas sociales y la lucha contra la corrupción. Además, es importante tener en cuenta que la región andina concentra a la mayoría de países productores de energía y a los países con mayor población indígena del sur de América. En este contexto, destaca lo común del corte caudillista de los gobiernos andinos, su débil institucionalidad, la erosión de las prácticas democráticas, y el uso de la reforma constitucional para concentrar el poder que han hecho Venezuela, Colombia, Ecuador y Bolivia (Perú hizo lo propio una década atrás) son características importantes de la política.

América Latina al Terminar el 2008. Desafíos para el 2009. Venezuela.
Coordinador: José Virtuoso SJ
Compilación y redacción: Ana María Sanjuan
Investigadores asistentes: Yovanny Bermudez, Jesús Machado, José Gregorio Guerra

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